Tercer día en Santo Domingo: esto es lo que veo desde el hotel: ¡¡nubes y más nubes!! Ha sido una noche en la que no ha parado de llover torrencialmente, he llegado a entender el temor de Asterix y sus vecinos a que “el cielo caiga sobre nuestras cabezas”. Cuando llueve tanto, no sé si el cielo, pero el tejado, desde luego.
Hoy hemos comenzado muy temprano Gregorio y yo. Ha habido que hacer unos ajustes de espacio para poder incorporar paneles que supuestamente iban en emplazamientos que no han resultado idóneos, al menos en esta sala. Me ha ayudado Celia que ya va cogiéndole el gusto a los planos. Por la tarde he conocido a Leo que se ha encargado de la segunda parte de montaje del día. Hoy Miguel se ha entregado para terminar de montar obra en pared, de modo que para mañana quedan otras tareas un poco menos vistosas pero no menos importantes: pintar los desperfectos que se hayan podido causar en la pared, orientar la iluminación y sustituir los focos que no funcionan, colocar las cartelas…
En un momento del día, al ver ya tanta obra colgada, he sentido un breve sobrecogimiento: en Madrid habría tortas por ver una exposición como esta. Maravillosas ilustraciones de magníficos ilustradores, una tras otra. Y además, los bocetos: un poco del alma creadora de cada uno de los autores, ahí, sobre la pared. Realmente impresiona.
También me ha impresionado la comida de hoy: “carnesita cosidita de res”. He ido a un restaurante local, donde ponen como menú una especie de plato combinado: la carne (pollo, res, bien frita o guisada), arroz blanco, sopa de alubias con muchísimo cilantro, y ensalada. Y he constado un hecho: aquí les encanta Julio Iglesias. No sé si por ser vecino, pero suena a todo trapo no sólo en el restaurante: Gregorio nos lo ha plantado para amenizar el montaje.
Es sorprendente lo que cambia la ciudad entre el día y la noche: cuando oscurece, toman vida los restaurantes y bares del entorno de la Plaza de Colón (durante el día, un parque tranquilo de paseantes), y de la Plaza de España, todos con un ambiente “chic” y que atraen a los turistas y dominicanos de alto poder adquisitivo. Los precios no difieren de los de cualquier gran ciudad europea. Y es que en República Dominicana, por lo que me cuentan, la clase media no existe: o lo pasamos bastante regular, o somos millonarios.
Tengo ganas de que llegue el sábado y la inauguración. Mientras, como mañana me las prometo más tranquilas, voy a dedicarme a investigaciones varias: me gustaría saber de ilustradores infantiles dominicanos. Parece que aquí hay apenas nada en cuanto a ilustración infantil de álbum, porque el álbum no se produce localmente. Casi todos los libros que se hacen para niños son destinados a la escuela.
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